Saturday, September 16, 2006

La nación chilena y sus aires de independencia.


En 1808 Napoleón Bonaparte invadió España y tomó cautivo al rey Fernando VII, poniendo en su lugar a José Bonaparte, conocido como "Pepe Botella". Para resistir a los franceses fue organizada en España una Junta Central con asiento en Sevilla, posteriormente reemplazada por el "Consejo de Regencia", que tenía entre sus funciones gobernar a las colonias americanas. La reacción inmediata de la población chilena a las noticias de la Metrópoli fue de absoluta lealtad hacia el monarca preso. Sin embargo, hacia 1809, el dilema de la legitimidad del gobierno del pueblo español sobre un territorio que tenía una vinculación directa con la persona del rey, había encontrado dos respuestas entre los habitantes de Chile. Por un lado, estaban los realistas, quienes reconocían la soberanía de las instituciones españolas en reemplazo del rey y condenaban todo intento de formar un gobierno autónomo, aunque fuese en su nombre. Por otro lado, estaban los patriotas, quienes aún siendo fieles al monarca, creían en la retroversión hacia el pueblo de la soberanía regia, admitiendo la necesidad de formar una junta de gobierno propia. Esta tensión llegó a su punto álgido durante el gobierno del despótico gobernador García Carrasco, quién decretó la injusta captura y exilio de tres connotados vecinos. El ambiente comenzaba a inquietarse, y el surgimiento de un opúsculo con el nombre de Catecismo Político-Cristiano que llamaba a los criollos a asumir el control de su propio futuro en razón de la ausencia del Rey, caldeó más aún los ánimos de la aristocracia local. Las gestiones del Cabildo de Santiago y la intervención de la Real Audiencia, deseosa de evitar la concreción de los planes juntistas del Cabildo, consiguieron en julio de 1810, la dimisión de García Carrasco en favor del militar de más alta graduación, a la sazón, Mateo de Toro y Zambrano. Antes de que llegara el nuevo gobernador, el Cabildo de Santiago consiguió autorización de su presidente para hacer un cabildo abierto, cursando la invitación correspondiente a los vecinos. El 18 de septiembre de 1810 a las nueve de la mañana, con la presencia de unos cuatrocientos ciudadanos, comenzó el cabildo abierto. Cada intervención, cada gesto dentro de esta jornada estuvo marcado por la lealtad de los cabildantes hacia Fernando VII, tal como lo muestran los discursos de José Gregorio Argomedo y José Miguel Infante. Los posibles miembros de la junta habían sido elegidos cuidadosamente por los integrantes del Cabildo de Santiago, con el fin de representar en la persona de cada uno de ellos a cada sector de la sociedad, asegurando así la mantención de un cierto equilibrio. Todos ellos fueron aceptados por aclamación por los vecinos presentes. Mateo de Toro y Zambrano, presidente, representaba al rey; José Antonio Martínez de Aldunate, vicepresidente de la junta, obispo de Santiago, representaba a la Iglesia; Fernando Márquez de la Plata, Consejero de Indias, primer vocal de la junta, representaba a los europeos juntistas; Juan Martínez de Rozas segundo vocal, representaba a la aristocracia de Concepción; Ignacio de la Carrera, tercer vocal, representaba a la aristocracia de Santiago. La fusión entre tradición y reforma estuvo presente en este primer Cabildo, que fue el episodio que dio inicio al proceso de la Independencia; aún cuando continuaba primando el deseo de los ciudadanos de conservar la soberanía del Rey. El Cabildo de 1810 fue la primera vez en que la aristocracia criolla tomaba el control de su propio país, experiencia que derivaría con el tiempo en una afirmación de sus propios derechos frente a la monarquía española. En ese sentido, no pasó mucho tiempo hasta que sonaran de manera ya decidida arengas patrióticas que incitaran a una radicalización del proceso y una ruptura definitiva con la metrópolis hispana. El llamado a elecciones para un Congreso Nacional, la creación del primer periódico nacional, La Aurora de Chile, y el apoyo de otros movimientos juntistas, como el argentino, iniciarían una marcha que sólo se detendría una década después con la formación de una entidad nacional independiente y soberana.

Friday, September 08, 2006

Texto del Papa Benedicto XVI

Texto del discurso pronunciado por el Papa Benedicto XVI al recibir al nuevo embajador de Chile ante la Santa Sede, Pedro Pablo Cabrera Gaete, difundido oficialmente:

"Me complace recibirle en esta Audiencia en la que me presenta las Cartas Credenciales que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Chile ante la Santa Sede.
Le doy la bienvenida al asumir la alta responsabilidad que su Gobierno le ha confiado, y le expreso los mejores deseos de que su misión sea fructuosa para continuar y fortalecer las buenas relaciones diplomáticas existentes entre su País y esta Sede Apostólica.
Le agradezco las amables palabras que me ha dirigido, así como el deferente saludo que la Señora Presidenta de la República, doña Michelle Bachelet, ha querido hacerme llegar por medio de Vuestra Excelencia, expresión de la cercanía espiritual del pueblo chileno al Sucesor de Pedro, labrada a lo largo de la historia en concomitancia con la continua labor de la Iglesia a través de sus miembros e instituciones.
Chile se aproxima a su bicentenario como República con las esperanzas que nacen de un periodo particularmente significativo, en el cual se han logrado metas de desarrollo notables, se han ido consolidando las Instituciones y parece prosperar el clima de una convivencia pacífica.
La trayectoria económica favorable ha propiciado también avances en campos como el de la educación o la salud, así como en iniciativas sociales encaminadas a conseguir que todos los ciudadanos puedan vivir plenamente de acuerdo con su dignidad.
Estos factores, así como la apertura a horizontes que van más allá de los propios confines, son ciertamente motivo de satisfacción, y también un nuevo llamado al sentido de responsabilidad, para mantener vigorosos los más altos ideales que dan vida a todo verdadero progreso y, a la larga, lo hacen posible.
Como Vuestra Excelencia ha recordado con sus palabras, el desarrollo perenne de los valores, que han de inspirar las realizaciones técnicas, es una dimensión en la que debe crecer tanto la comunidad nacional como internacional para promover el bien común.
A este respecto, la Iglesia cumple su misión anunciando el Evangelio de Cristo, proyectando su luz sobre las realidades del mundo y del ser humano, proclamando por ello su más alta dignidad.
En efecto, 'la fe lo ilumina todo con luz nueva y manifiesta el plan divino sobre la vocación integral del hombre, y por ello orienta la mente hacia soluciones plenamente humanas' (Gaudium et spes, 11).
En este sentido, comparte los anhelos de una justicia que no se vea mermada por el insuficiente respeto de la dignidad del hombre y los derechos inalienables que de ella se derivan.
Estos derechos son inalienables precisamente porque el hombre los posee por su propia naturaleza y, por tanto, no están al servicio de otros intereses. Entre ellos cabe mencionar, ante todo, el derecho a la vida en todas las fases de su desarrollo o en cualquier situación en que se encuentre.
También el derecho a formar una familia, basada en los vínculos de amor y fidelidad establecidos en el matrimonio entre un hombre y una mujer, y que ha de ser protegida y ayudada para cumplir su incomparable misión de ser fuente de convivencia y célula básica de toda sociedad.
En ella, como institución natural, reside, además, el derecho primario a educar a los hijos según los ideales con los que los padres desean enriquecerlos tras haberles acogido con gozo en sus vidas.
Vuestra Excelencia sabe bien que la querida Patria chilena cuenta con abundantes recursos históricos y espirituales para afrontar el futuro con fundadas esperanzas de alcanzar nuevas metas de humanidad, contribuyendo así a favorecer también en el concierto de las naciones vínculos de cooperación y convivencia pacífica. Muestra de ello son los Santos, que tanto renombre han adquirido por doquier, como Teresa de los Andes o el Padre Alberto Hurtado.
Los muchos dones que el Creador ha otorgado en la naturaleza a los hijos e hijas de Chile han de seguir dando frutos que abran un futuro más próspero a las nuevas generaciones, y sean amantes de la paz y tengan un sentido trascendente de la vida, acorde con las seculares raíces cristianas del País.
Al terminar este encuentro, le renuevo mi saludo y bienvenida. Le deseo una feliz estancia en Roma, no solamente rica de experiencias profesionales, sino también personales. Esta es una ciudad que ofrece tantas posibilidades en sí misma y, en cierto modo, una atalaya privilegiada para comprender los avatares del orbe.
Con estos sentimientos, invoco la maternal protección de la Santísima Virgen María que, bajo la advocación del Carmelo, es Patrona de los chilenos, e imparto de corazón a usted, a su distinguida familia y demás seres queridos, así como a sus colaboradores en la Embajada, la Bendición Apostólica".

La querida patria chilena cuenta con abundantes recursos históricos y espirituales para afrontar el futuro...


CIUDAD DEL VATICANO.- El Papa Benedicto XVI recibió hoy en audiencia en la residencia de verano de Castelgandolfo al nuevo embajador de Chile ante la Santa Sede, Pedro Pablo Cabrera Gaete, quien presentó cartas credenciales.El Pontífice señaló que Chile "ha logrado metas de desarrollo notables" y que en el país "parece prosperar el clima de una convivencia pacífica".El jefe de la Iglesia Católica indicó que "la trayectoria económica favorable ha propiciado también avances en campos como el de la educación o la salud, así como en iniciativas sociales encaminadas a conseguir que todos los ciudadanos puedan vivir plenamente de acuerdo con su dignidad". "La querida patria chilena cuenta con abundantes recursos históricos y espirituales para afrontar el futuro con fundadas esperanzas de alcanzar nuevas metas de humanidad, contribuyendo así a favorecer en el concierto de las naciones vínculos de cooperación y convivencia pacífica", sostuvo.Para Benedicto XVI, muestra de lo anterior son los santos que tanto renombre han adquirido por doquier, "como Teresa de Los Andes o el padre Alberto Hurtado".En la ocasión, el Papa no hizo referencia a la polémica por la entrega en consultorios de la llamada "píldora del día después" a jóvenes mayores de 14 años, aunque reiteró que hay que cuidar el derecho a la vida "en todas las fases de su desarrollo".Pedro Cabrera Gaete, nacido en Santiago el 18 de enero de 1948, es abogado, graduado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Inició su carrera diplomática en 1970 y ha sido, entre otros cargos, cónsul general en La Paz y Toronto.