Wednesday, October 03, 2007

El Desalojo ¿Es necesario para el desarrollo de Chile?


Para la próxima elección presidencial se habrán cumplido 20 años de Gobierno de la Concertación. A igual fecha, se cumplirán 20 años de ejercicio opositor de la misma elite derechista. Ciertamente que, para una misma coalición, son muchos años de mandato, pero también es demasiado tiempo de oposición para una misma alianza. Si la prolongada existencia de un cuadro casi estático entre oposición y Gobierno se la observa en sus concatenaciones, la voluntad e “ideología” del desalojo que ha “teorizado” el senador de RN Andrés Allamand se hace meritoria de algunas dudas y reflexiones adicionales.
La primera duda es de sentido común: la misma oposición que ha perdido todas las elecciones en el curso de estos 20 años, ¿podrá desalojar ahora a la fuerza que la ha vencido una y otra vez? Claro, la respuesta afirmativa está a la vista: puede ganarle porque la Concertación acumulará 20 años de desgaste en la función de Gobierno. Pero, ¿quién dijo que las oposiciones no se desgastan cuando fungen como tales durante dos décadas? Y el desgaste de la oposición en Chile puede ser tanto más atendiendo a la permanencia de sus liderazgos, discursos, prácticas, etc.; es decir, atendiendo a su propio anquilosamiento. Una somera mirada a experiencias de oposiciones exitosas después de un largo período de fracasos muestra que sus frustraciones han sido superadas tras intensos procesos de renovaciones conceptuales, comunicacionales, de cuerpos dirigentes y de liderazgos. Luego de asumir sus desgastes y aplicar políticas para su superación. Ningún proceso de esa naturaleza está impulsando la derecha chilena en la actualidad.
El gran problema de la derecha en Chile es que no ha desarrollado calidad política para actuar bien como oposición ni menos como cuerpo político alternativo. Sus condiciones políticas están muy por debajo de lo que se requiere para amenazar con desalojos. Es casi risible, por ejemplo, cómo la campaña ofensiva que había logrado montar y mantener por semanas, hasta antes del 21 de mayo, se le desplomó con un “simple” discurso de la Presidenta Michelle Bachelet, a la misma que evalúa como carente de liderazgo, eficiencia y habilidad política.
Las limitaciones políticas de la derecha se explican por muchas razones. Entre otras, por su arrogancia clasista e intelectual que le impide asimilar con precisión la realidad en la que se desenvuelve y que la conduce a errores semipueriles. Por ejemplo: desde hace meses que optó por una discursividad odiosamente anticoncertación que incluye descalificaciones de toda índole y denostaciones que aluden ya no a una fuerza política, sino a algo similar a una “raza inferior”. Con ello debiera volverle a la Concertación un eje centrípeto. Pero, además, es una discursividad que deviene en una autoconfesión de su propia ineptitud: ¿cómo ha sido posible que esa “raza inferior” le haya infligido tantas derrotas?
Otro ejemplo: su exitismo frente a la próxima elección presidencial sólo tiene de asidero objetivo un par de datos: el supuesto desgaste de la Concertación y la molestia social -y coyuntural- por el asunto del Transantiago. Pero no tiene en cuenta cuestiones como las que siguen: tendría que ser un indicador importante para la derecha el hecho que su principal partido no tenga un liderazgo nacional traducible en presidenciable; como fuerza política (la Alianza) está electoralmente aún lejos de ser mayoría; los buenos resultados obtenidos por sus candidatos presidenciales en las dos últimas elecciones están muy distantes de los votos que suman los partidos de la derecha.
La popularidad que luce Sebastián Piñera y que lo proyecta como presidenciable, se debe más a su condición y actuación como “outsider” del mundo de la derecha que a su adscripción formal a ese sector. En suma, sin la “institución” Piñera, la derecha en sí, como fuerza político-cultural orgánica, no dispone hoy de antecedentes que le permitan andar anunciando desalojos, salvo que se refiera al desalojo de sus elites dirigentes con 20 años de experiencias en derrotas. En efecto, lo que hoy se puede visualizar es que para la próxima elección presidencial la Concertación competirá con posibilidades de éxito lo mismo que Sebastián Piñera (con apoyo de la derecha). Si ocurriera lo primero, lo razonable sería que esas elites se autodesalojen y entreguen la conducción a otras. En caso de lo segundo, tal vez Piñera aproveche los desalojamientos para incluir en ellos, al menos, a una parte de esas elites; es decir, a aquellos que hicieron también de él, por mucho tiempo, una víctima de sus arrogancias.

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